Tuve la suerte de pasar por este remoto lugar hace algún tiempo, no recuerdo cuándo. Quizás el tiempo ni siquiera importe. Sí, porque lo que vi es externo al tiempo al mismo tiempo, es eterno.
Compré una hamburguesa, la de 8€ creo, me siento y espero, mientras tanto la vendedora fue sumamente cortés, acompañando mi espera con la profunda historia de su amado, de las guerras que ha visto y verá, de las artefactos bélicos que tocó, de las mil aventuras vividas en un lugar que trasciende la realidad, creo que se llamó "la calera".
Llega el sándwich, empiezo a comer.
Con cada bocado la explosión de sabores dejó en mi interior la eterna imagen de un sueño:
Primer bocado: agridulce
Giro mis ojos hacia afuera, vislumbro la belleza de Torredonjimeno, la gracia eslava y dulce iba acompañada de un olor a rosa, pero no sé si fue real o si una brujería encantó mis sentidos.
Segundo bocado: salado
Entra un tipo extraño con lentes y me habla de sus aventuras con la escopeta, con la computadora y los tanques de guerra, escuchándolo vi muchas caras y ninguna.
Tercer bocado: seco
Entra un tipo muy vulgar con un acento muy extraño, se llamaba Pablo, no entendí nada de lo que dijo, entendí que en el fondo no entendemos a nadie, lo único que nos queda es el reto de entendernos a nosotros mismos.
Luego terminé uno de los mejores sándwiches de todos los tiempos. ¿No hay algo mágico ahí dentro, más que un poco de carne?
Le pregunté a una transeúnte, Ana, qué pensaba.
Me dijo que la calidad de vida depende de la calidad de los pensamientos, no es importante lo que hacemos, sino cómo lo hacemos.
Por eso decidí pintar el lugar, porque no importa lo que pintes sino cómo lo pintes.
Francesco Canepa
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13 Enero 2024
10,0
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