Asturianos en Madrid

Sitio de los auténticos, sin ninguna pretensión mas allá de dar buena comida. El sitio es castizo, ya se sabe que en esos restaurantes se come estupendamente y así fue. Ojo, es un asturiano y no hay cachopo. Comida para dos personas, raciones enormes. Para comer pedimos verdinas con marisco que estaban muy buenas, la verdina algo pequeña, pero con gran sabor y un entrecot con salsa cabrales y patatas que estaba muy correcto, ( el precio es de 22€, no puedes esperar mucho mas... ) por último de postre un flan de queso, que sin lugar a duda fue lo mejor de la comida, estaba buenísimo. El servio pues de toda la vida, rápido y efectivo. Volveré a probar mas platos de la carta, sin lugar a duda.

Estuvimos cenando, solo te digo que todo estaba riquísimo. Pedimos unos berberechos espectaculares de grandes y de jugosos. La verdad que salimos encantadas de la cena. Volveremos para probar las verdinas.

La siempre agitada y bulliciosa vida del barrio parece detenerse cuando ponemos el pie en el veterano Asturianos. Aunque crecí cerca de esta zona, no había visitado este local con capacidad de transportarnos a otras bodegas y tabernas por las que solía frecuentar (Metropolitana en R. Victoria o Norte Sur en Bravo Murillo). Aquí no encontraremos mobiliario de Ikea, vajillas de diseño o carteles de Mr. Wonderful por las paredes. A cambio si disponemos de abundantes reseñas, artículos de críticos gastronómicos, premios y reconocimientos al trabajo bien hecho durante decadas por parte de Doña Julia y sus hijos. Buena mano de la cocinera para platos de cuchara y tradicionales (La carrillera debería estar fijo en la comanda), combinada con algun plato más actualizado y ligero (El carpaccio de rape con oricios sorprende por su potente sabor) confirman que los años de experiencia les han permitido llegar a donde están ahora. El local y el comedor son estrechos, angostos y no disponen de más de 10 mesas. No es aconsejable acudir sin reserva porque disponen de una parroquia de habituales (Las conversaciones con el camarero les delatan) que demandan su sitio a diario. Antes de irse es aconsejable dejarse tentar por el flan de queso. Y desearles muchos años más de éxito, evitando que se pierdan estos locales auténticos, regentados con cariño y profesionalidad por una familia dedicada.

Bar de barrio de toda la vida, se come bien, se bebe bien y la atención muy buena.

La comida excelente en un local pequeño y poco cuidado. El precio es de unos 50 euros por comensal que merecería un local más cuidado.

Extraordinario restaurante donde darte un homenaje sin dejarte la herencia. Comida de calidad sin concesiones a las " modernidades" tan del gusto de hoy en día. Cocina honesta hecha con mimo y productos de primera. Doña Julia Bombin continua siendo una guisandera de referencia. En definitiva, lugar para repetir y recomendar sin lugar a dudas.

Un local con encanto Excepto el comedor, un poco cueva

Comida toda bien, las verdinas espectaculares. Quizás por poner alguna pega, los berberechos un poco escasos.

Hay que mejorar la entrada no da la sensación de restaurante

Buen sitio para comer, son muy amables. Precio/calidad bueno, buena cocina.